Partiendo de la idea de que la ASC surge en Francia, entre finales de los años 50 y principios de los años 60, su introducción en España se vincula con determinados movimientos asociativos de la Iglesia Católica, incluidos aquellos dedicados a la educación del tiempo libre infantil y juvenil.
Se hace referencia al impulso y difusión de la ASC a través de organismos internacionales como la UNESCO y el Consejo de Europa, respectivamente. En el caso de la UNESCO, será a partir de sus conferencias internacionales, estudios y programas en diversos ámbitos como la educación permanente, la educación extraescolar, la promoción de la juventud y las políticas culturales, en donde la ASC encontrará su propio espacio de reconocimiento y expansión. En esta misma tesitura, el Consejo de Europa, sobre todo a través del Consejo de Cooperación Cultural, creado en 1962, propiciará políticas de actuación que confluirán con las de la UNESCO, pero también promoverá las suyas propias, incorporando la ASC como uno de sus conceptos más referenciales, ubicando las sedes de ambos organismos internacionales en ciudades francesas.
Hasta ahora la única aportación histórica de mayor interés sobre los inicios de la ASC en España nos la ofreció, en su momento, la autora María Salas, una de las pioneras y divulgadoras de la ASC en nuestro país, testimoniado en diversas colaboraciones escritas 3 sobre la utilización, por primera vez en España, del término ASC, más o menos a principios de los años 60, a través de las Mujeres de Acción Católica, más en concreto por los Centros de Formación Familiar y Social, que derivaron posteriormente en los Centros de Promoción de la Mujer y de Cultura Popular.
Como podemos observar, no existen estudios rigurosos acerca del verdadero origen de la ASC, pero podemos verificar que ésta ha existido siempre, aunque no haya estado reconocida como tal, en el momento en que un grupo de personas se hayan agrupado y hayan luchado por un objetivo común.
En pocas palabras, la ASC ha convivido siempre con nosotros/as, siempre ha estado ahí, aunque no cabe duda de que el concepto como tal no se ha reconocido hasta el pasado siglo XIX.